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n el mundo de las mascotas,
la práctica de la eutanasia es un asunto más corriente. Sacrificar a un perro viejo o un gato enfermo
no genera mayores conflictos éticos: no hay duda cuando se trata de evitar
largas agonías o sufrimientos inútiles a un animal. En las clínicas
veterinarias, justo una parte de los ingresos cotidianos tiene su origen en
esta práctica de ayuda al bien morir, compasiva actividad en la que al medico
no se le reclama la extinción del paciente, si no que se le pide y hasta se le
agradece.
Como simple ejercicio, haga
una encuesta entre sus amistades. Pregunte cuantos de ellos optarían por sacrificar
una mascota muy querida que, por edad o por enfermedad lleva una vida de
sufrimiento que no solo no mejorara si no que cada día estará peor. ¿Qué
proporción de sus amistades o parientes decidirán hacer uso de la eutanasia
para su animal de compañía?
Cuando hablamos de eutanasia
para seres humanos las cosas son muy diferentes. De ninguna manera se trata de
establecer equivalencia entre personas y animales si no de detectar las
distintas dimensiones que se juegan en la eutanasia, entendida como la acción
de acortar la vida de un enfermo incurable, con objeto de evitarle una agonía
prolongada.
Quizá el problema no solo
sea solamente humanitario: hay muchas otras variables que se ponen en juego y
hacen de este un problema muy complejo. Hay un criterio medico, un sistema de
valores, tradiciones culturales, leyes, política, RELIGIÓN e influencia de la
misma sociedad.
También existe un principio
moral. Precisamente un logro de la civilización ha sido el de garantizar la
vida, aún aquella de los que se encuentran en
desventaja, donde se incluye a los enfermos y a los desvalidos. En
tiempos remotos la naturaleza hacia su trabajo mediante la selección de los más
sanos y los más fuertes. Las sociedades modernas garantizan la supervivencia de
muchos que, en otras condicione, quizá
no habríamos oportunidad alguna.
No cabe esperar tampoco
respuestas o propuestas claras de políticos y legisladores que en casi ningún
país del mundo. En primer lugar porque no resulta prioritario en lo económico,
en lo electoral o en lo estratégico. En segundo termino, porque los temas
difíciles y controvertidos, como lo es el de la eutanasia, con gran facilidad
deterioran la imagen y daña la popularidad. Si atendemos a la relación
beneficio – costo o riesgo – ganancia, salvo situaciones coyunturales,
pronunciarse en por o en contra de la eutanasia equivaldría a una muerte
política. Así las cosas, es la sociedad en su conjunto la que debe empujar los
debates necesarios, pero la pregunta es: ¿cuándo estaremos preparados para
hacerlo?
Mi opinion personal
Si en dado caso esta persona tuviera vida
vegetativa, estuviera parapléjico de todo sus cuerpo o estuviera sufriendo por
una enfermedad incurable; el médico me dice que hay que desconectarlo por que
su caso es irreversible. ¿Lo haría? En caso de mi madre, aceptaría pues ella
tiene esa ideología de ceder el lugar a alguien que pudiera tener más
oportunidad de sobrevivir, y en caso de mi amiga seria una decisión propia de
su familia, así que yo tendría que respetar su opinión.
¿Estoy a favor de la eutanasia? Solo en
algunos casos pues, algunas ocasiones, el enfermo ya no tiene cura, así que con
dicho proceso evitaríamos prolongar su sufrimiento y quizá alguien más pudiera
usar los medicamentos o el tratamiento, pero cuando aún se pudiera remediar su
mal, la eutanasia no seria una vía para sanar su malestar.
¿Cómo influye mi familia en mis decisiones,
respecto a este tema? Ellos apoyarían mi decisión pues es un tema donde todos
estamos involucrados y tenemos estar preparados para algún momento así, principalmente
por mi papá, pues el esta muy expuesto a accidentes por su trabajo lo que
pudiera dejarlo parapléjico, y antes de tomar la decisión pasaríamos tiempo con
el.
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